Conocí a mi amigo Hans
Holbein en Londres, el 19 de abril de 1540, en El Bosco, el pub que
frecuentábamos. A pesar de que era alemán vivía en Londres, ya que la clientela
de sus precisos y preciosos retratos pagaba mejor en la isla que en el
continente.
Hans
era adicto a una extraña bebida que él llamaba gin-tonic, que era una mezcla de
la típica ginebra inglesa que elaboraban los guardianes de la Torre de Londres, los
famosos Beefeaters. Como digo, mezclaba una parte de ginebra con tres partes de
un brebaje de sabor amargo de su invención, que el llamaba Agua Tónica y que
aseguraba que con el tiempo sería una bebida famosa. Luego le añadía abundante
hielo y una rodajita de limón.
A mí no me gustó el
invento, pues todos aquellos que me conocen saben bien que soy abstemio, pero
por no defraudarle, bebí cuatro o cinco, y pues eso…
Este
es mi amigo Hans después de haber elegido su ropa con cinco gin-tonic en el
cuerpo. Pero en fin, al turrón: mi amigo, a pesar de estar considerado como el
gran retratista del Renacimiento nórdico y uno de los grandes grabadores,
dibujantes y pintores de todos los tiempos estaba deprimido, y empezó a
despotricar contra los poderosos, a saber: curas, banqueros, nobles, ricos, militares, reyes y
hasta del mismo Papa, es decir, contra los de siempre, que desde que el mundo
es mundo, son los mismos.
-¿Y no podríamos intentar cambiar las
cosas? –pregunté.
Y él, bajando la voz, contestó:
-¿Pero tú que quieres, que te oiga la CIA ?
Y aunque yo no sabía qué sería eso de la CIA pues me callé, por si
acaso. Y eso que América estaba recién descubierta y los estadounidenses aún iban adornados con plumas.
Terminadas nuestras copas tuve que acompañar a Hans a
su estudio, ya que insistió en que quería enseñarme sus xilografías, es
decir, sus grabados sobre plancha de madera.
-Mira, Quinito, amigo: esta es la portada de mi libro
de 51 grabados dedicados al tema de la Muerte , ya sabes, del típico tema alegra medieval
de la Danza Macabra ,
también llamado Danza de la Muerte. Como
verás los esqueletos, representación de la misma
Muerte, bailan alegras y contentos alrededor de sus víctimas.
-Como
en este grabado, en el que un esqueleto toca el xilófono para marcar el lento paso del
anciano hacia la Muerte ,
acompañado por otro que le ayuda en su torpe pero implacable caminar.
-O en este otro en el que la Muerte alcanza al
viajero-comerciante en pleno viaje, ya que siempre viaja a su lado.
-Como
verás, la Muerte
también alcanza a los poderosos, a los ricos que se creen intocables envueltos
en sedas y terciopelos. ¿Qué te parece?
-Hombre, Hans, alegre el tema, lo que
se dice alegre, no es.
-Pero es real como la vida misma, o, en
este caso, como la muerte misma, digo yo.
-Sí, pero…
Y no me dejó terminar, porque continuó
enseñándome grabados.
-Aquí
tenemos un obispo barrigón al que el esqueleto que le acompaña a la tumba le ha
quitado la tiara y el báculo, porque está claro que esos símbolos de poder y
distinción en adelante no los necesitará.
-Y
aquí he representado la muerte del caballero, del guerrero que se creía invencible.
-Como
verás tampoco se libran los médicos. Ellos nos recetan pócimas que sirven para
aliviar pero raramente para curar del todo. ¿O que te creías, que ellos no morían?
-Lo
mismo que tampoco se libra el sabio, el listo que se creía que con su saber iba
a vencer o retrasar lo inexorable. Pues no, amigo mío. O sea, que si un sabio
no puede librarse de la muerte, imagínate tú, que eres un desgarramantas.
A mí, la verdad, se me estaba
poniendo mal cuerpo con el temita. Pero Hans me vio la cara y se apresuró a
preparar dos gin-tonic con unas almendritas... vaya, y parece que así se me fueron
pasando los temblores.
-Como
verás aquí el que no se libra es el monje de vida disoluta, tragón, egoísta y
lúbrico, que pensaba que se libraba al tener la vida enmascarada en unos
hábitos que no merece. Pero a la pelona no hay quien la engañe.
-Como
tampoco se libra la abadesa, la monjita que se creía más santa de lo que en
realidad era, porque lo cierto es que era una bruja reprimida y manipuladora,
arrogante y dictadora con sus hermanas.
-Y
por último quiero que veas este grabado. Es mi preferido. Como verás aparece el
Papa de Roma rodeado de nobles y prelados rindiéndole pleitesía, sin darse
cuenta de que esperan su turno los esqueletos de los que, con todo su poder
–que hay que reconocer que tiene- no se podrá librar.
Total, que Hans me dio la tarde, pues ni siquiera su
famoso gin-tonic consiguió quitarme el miedo del cuerpo. Así que me despedí
pretextando asuntos urgentes y corrí a El Bosco a quitarme las penas junto a mis amigos.
Pero todavía, cuando ya estaba en la
puerta, me advirtió:
-Mira
que te mira Dios,
mira
que te está mirando,
mira
que te has de morir,
mira
que no sabes cuando.
Ah…
no hay nada como tener amigos alegres para darte a la bebida.
Y
hoy no pongo Breverismos porque me ha salido el blog muy largo.
Mañana algo gracioso, que nos lo merecemos, digo yo.
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