El tercer y último personaje de los tres que dije que utilizaban la
máquina Polaroid en sus obras es el estadounidense Andy
Warhol. Pero de una forma muy distinta a como lo hacían su colega David Hockney y el fotógrafo Helmut Newton.
Artista plástico,
editor, publicista y cineasta fue el creador e icono perpetuo de la ciudad de
Nueva York. El más moderno de todos los modernos manipuló a los medios de comunicación de
tal manera que pronto aparecería en prensa y televisión, provocando que
corriera el dicho de que sin Andy Warhol de por medio cualquier noticia no
despertaba interés.
Recordando su pasado
de dibujante publicitario elevó a categoría de arte los productos comerciales más
a mano en cualquier supermercado, como las famosas sopas en bote, la Coca-cola o el jabón
para lavadora (en mi primer viaje a Nueva York compré unas cuanto botes de sopa Campbell y cuando se la regalaba a
mis amigos pintores les decía: te he traído un Warhol).
Los botes de sopas Campbell empezaron a
aparecer en su imaginario en 1962 y pronto se convirtieron en seña de identidad
del pintor y del movimiento Pop que representaba. Os pongo esta foto de una
expo suya para que os hagáis idea del tamaño de las obras.
Siempre cargando con
su inseparable Polaroid disparaba continuamente sobre todo aquello que le parecía
interesante de representar, sobre todo retratos del famoseo estadounidense… al
que se arrimó por aquello de quien a buen árbol se arrima…
Trabajaba
transformando sus polaroids en grandes serigrafías sobre lienzo, que después
manipulaba con todo tipo de procedimientos pictóricos. Y eligiendo siempre, por
encima de otros temas, los retratos de famosos que a su vez incrementaban su
propia fama.
Y no solo utilizaba
las propias polaroids que él tomaba directamente, sino cualquier foto para
transformarla en objeto de arte… vendible, por supuesto.
Obsesionado con la
popularidad y la fama fue el creador de la frase que después se ha atribuido a
otros personajes: En el futuro todo el mundo tendrá sus quince minutos de fama... frase premonitoria que se adelantaba a lo que ahora invade las revistas cutres
y los apestosos programas de Tele 5, llenos de personajillos que, emborrachados
por sus quince minutos de fama se creen que son famosos cuando solamente son
populares.
Tan famosa como
Jackeline Kennedy, amiga suya. Esto es fama, lo demás, nada. Cómo es que no hay ningún
periodista que ante la soberbia de aquellos que se creen famosos no les dicen:
tú no eres famoso, nene, tú eres popular… y la popularidad se la lleva el
viento en la primea tormenta. La fama es imperecedera mientras que la
popularidad dura eso: quince minutos.
Siempre polémico, fue
admirado y denostado a partes iguales, admirado por quienes lo veían como un
revolucionario creador y criticado por los que pensaban que era un simple
publicista. Pero lo cierto es que está considerado uno de los artistas más
influyentes del siglo XX.
Y no solo pintó retratos de artistas sino también de políticos en activo, partiendo de fotos suyas y sin pedirles permiso, como Mao o Nixon, con el consiguiente cabreo de ambos.
En Nueva York fundó
su estudio The Factory que pronto se
convertiría en el centro del arte y la modernidad de la ciudad. Y Warhol, rodeado
de sus inseparables, se convirtió en el imprescindible en fiestas y eventos que
sin su presencia pasaban totalmente desapercibidos. En 1969 publicó su revista
Interview que pronto se convertiría en instrumento de proyección de
artistas, convirtiendo a The Velvet
Underground, la banda de Lou Reed del
que ya hablamos en este blog, en rápidamente famosa y conocida internacionalmente.
Era el Rey Midas, el
artista al que todos querían acercarse. Y no es que él hiciera retratos de
famosos, como este de Liza Minelli, es que los famosos le perseguían para conseguir que les hiciera su
retrato.
Respecto a su obra
más conocida, las sopa de tomate Campbell, él decía que había sido la comida más
cara de su vida ya que un cuadro con este tema se subastó en Sotheby´s en 1971
en 10.000 dólares, y el mismo cuadro ha alcanzado recientemente, también en
subasta, el precio de seis millones de dólares.
Lo cierto es que
acercó el arte a todo tipo de público barriendo el aura intelectual y elitista
que lo alejaba de la calle. Y aunque fue aceptado como un icono popular, por los
precios en que se vendían y venden sus obras siempre se mantuvo alejado de la
realidad que quería representar.
En fin, con Warhol termina el trío de artistas que utilizaban Polaroids para realizar sus obras.
Hoy, en lugar de Breverismos, voy a hacer un experimento que me ha enseñado -si es que me sale- mi amigo Santiago Robles: os ofrezco un cuento corto escrito ya hace algunos años. Si me atrevo a ofrecéroslo es porque solo tiene 5 páginas. Solo tenéis que pinchar en esta dirección:
La intención es que el cuento se abra en cuanto pinchéis en esta dirección. Si no sale directamente copiar la dirección y pegarla en un buscador. No sé si lo habré hecho bien. Me gustaría que me dijerais si lo habéis podido abrir o no.
Si funcionara el experimento tengo intención de ofreceros -solo de vez en cuando, no asustaros- un cuento. Independientemente de si os gustan o no, siempre podrán serviros, si los imprimís, para calzar la pata de alguna mesa que cojee.
Mañana otra cosa.
No pude abrir el fichero directamente, pero lo he abierto muy bien copiando la dirección y pegándola en el buscador. Y me parece muy buena idea ir simultaneando cuentos y breverismos. Sobre todo si son como el que tiene como protagonista a mi admirado Joseph Conrad y su Corazón de las Tinieblas, que se ve que no solo eres escribido sino también leído.
ResponderEliminarUn abrazo y gracia por tu cuento, el primero de los que pienso coleccionar.
Martín
Tampoco yo he podido abrirlo desde el blog.
ResponderEliminarMira, me he equivocado de papel y lo he impreso en una cartulina amarilla preciosa. En realidad seguía tu consejo de imprimirlo para esta pata de la mesa que cojea, pero antes he decidido muy amigablemente leerlo por si acaso…
Así que aquí tengo un cuento en papel amarillo, que parece esta mesa una editorial con la prueba….
El cuento es un género que me encanta, así que la disposición es buena. Empiezo por el final, porque me encantan esos finales, me encanta la narración de final abierto, me encantan los escritos que abren las puertas cuando ponen el punto final…, y los escritores que hacen del lector una pieza importante y le regalan la continuación.
Me ha gustado mucho, mucho, un lenguaje claro, sencillo, un mensaje claro y sencillo y una forma de narrar sugerente que te acerca fácilmente las emociones.
Que mola, que nos des más y que voy a apuntalar la mesa, que perdón pero que cojea un montón.
Mil besos. Muchas gracias
Isabel
Chico, que sorpresa, aunque debíamos de imaginar que escribiendo esos blogs escribirías otras cosas que hasta ahora has callado. Tampoco lo pude abrir directamente así que lo hice indirectamente y aquí lo tengo, impreso sobre la mesa. Y después de haberlo leído tres veces me has tocado el corazón con esa historia de amor a la espera, lo mejor del amor.
ResponderEliminarMe erijo en portavoz de tus seguidores y te pedimos más cuentos.
No conocía a Joseph Conrad ni su Corazón de las Tinieblas, pero no dudes que lo leeré.
Mil gracias por este buen momento, amigo.
Besos desde muy lejos
Carla
Gracias por el cuento, nos has alegrado el día, pues no hay nada más esperanzador que el amor que llega cuando menos lo imaginas.
ResponderEliminarMil besos y esperamos más cuentos.
Concha
Pues yo he podido descargar elk cuento a la primera. Y me ha gustado muchísimo así que te animo a que los sigas publicando, y aunque sean más largos no pasa nada que siempre hay muchas mesas por calzar (es broma, que si te la gasto es que sé por tus blogs que tienes muchos sentido del humos de ese que tanta falta nos hace).
ResponderEliminarMaría
Más cuentos, por favor, señor Collantes, más cuentos y más de todo, yo lo he abierto muy bien así que espero más.
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