El
viernes conocí a un hombre excepcional. Una de esas personas con la que te
sientes cómodo desde el primer momento, esos tipos que a los cinco minutos de
estar hablando con ellos es como si os conocierais de toda la vida. O como si
hubierais estado hablando el día anterior siguiendo la conversación del día
anterior o del anteanteanterior.
Ese personaje se llama Carlos Giménez… y por sus obras los
conoceréis, que dicen. Y por sus obras lo conocéis, claro está. Así que hablaré
de él y de sus obras muy por encima, como solo puede hacerse de quien es muy
conocido, querido y admirado, y de aquellos sobre cuya obra ya está todo dicho.
Podía
haber publicado otra foto suya, pero he pensado que esta es la que mejor
justicia le hace: trabajando, dibujando sus viñetas que, a miles, han salido de
sus lapiceros y pinceles, y de su imaginación. Ahí lo tenéis: inclinado sobre
el tablero de dibujo, como lo ha hecho durante tantos años para disfrute suyo y
nuestro. Dicen que solo los grandes dejan obra tras ellos, pues bien, Carlos ha
dejado y está dejando obra repleta no solo de crítica y humanidad, que eso es
indiscutible, sino, sobre todo, de gran calidad… sin renunciar ni un segundo de
su vida a unos principios inamovibles, como lo son aquellos que van de la mano
de la Justicia
(de la de verdad, no de la de togas desteñidas y apolilladas).
Centrado
en los recuerdos de niñez y adolescencia nos pone ante los ojos la dureza de la
vida en Madrid en la posguerra, en manos de la caridad de albergues del Auxilio
Social, la institución franquista que daba cama y comida pero no calor y
cariño, tan necesarios para un niño.
Todo
lo cuenta en Paracuellos, que es el
lugar donde estaba el “hogar” Batalla del Jarama, en el que estuvo internado
desde los cinco años. Allí creció, entre frío, violencia, amenazas y castigos,
falta de respeto y humillaciones diarias.
Obligado
a dar gracias a Dios en las misas y rezos diarios, cantando canciones
patrióticas levantando el brazo, creció Carlos tomando buena nota de lo que
pasaba a su alrededor para, como todo superviviente, poder contarlo… y lo
contó. De una forma tan real que levantó, cuando publicó sus historias,
admiración y ampollas a partes iguales. Admiración entre quienes fueron sus
compañeros y ampollas entre quienes dirigieron y trabajaron en aquella
institución de caridad manipulada y mal entendida.
Los que en sus
dibujos se vieron retratados tal como fueron no lo pudieron soportar, y se
parapetaron en la consabida respuesta del culpable: ¡Eso es mentira!... cuando
allí estaban cientos de niños para demostrar lo contrario como testigos que
sufrieron aquella falta de cariño y respeto
Exponer
ahora el currículo de Carlos Giménez: nació en Madrid en 1942, etcétera, sería
absurdo, como lo es hablar de alguien sobradamente conocido. Así que solamente
quiero decir que la salida de los llamados “hogares de acogida” a los catorce
años supusieron la vuelta a su casa y al barrio, donde encontró todo el cariño
y el calor que le fue negado durante tantos años.
Aunque
también encontraría la tristeza de los adultos, testigos y víctimas de la época
siniestra de una posguerra que parecía negarse a abandonar una ciudad triste y
maltrecha.
Afortunadamente
estaban los amigos, la pandilla, cuyos integrantes, todo el día en la calle,
intentaban olvidar la miseria que vivían en sus hogares y su entorno refugiándose
en los tebeos, en mirar a las chavalas y en contar historias escuchadas a los mayores. Y, sobre todo, a
cimentar su fantasía leyendo y disfrutando las aventuras de tebeos carismáticos
como El Cachorro y El Capitán Trueno.
Exponer en
este blog el dilatado historial de Carlos como creador de miles de páginas
inolvidables sería imposible, que para eso recomiendo consultar Internet. Así
que me limito a recomendar que os hagáis con tres de sus obras carismáticas que,
aunque publicadas en varios tomos, han sido reunidas después en un solo tomo
por la Editorial Debolsillo,
y que son: Todo Paracuellos y Todo 36-39 Malos Tiempos, con prologo
de Ramiro Pinilla, otro grande, y Todo Barrio.
Desde
su primera historia Gringo,
publicada en 1963 hasta la última, Pepe,
publicada en 2012, han pasado no solo 50 años de constante y brillante
actividad, sino 27 álbumes y tantos premios nacionales e internacionales que no
cabrían en estas páginas, así como traducciones de sus obras a un montón de
idiomas, que hasta en griego y en árabe han sido traducidos y divulgados con
gran éxito.
En
fin, un gran artista y un gran tipo… nada menos.
Así que doy
gracias a la Providencia
por haberte conocido… y a mi primo y sin embargo amigo José Luis por habernos
presentado.
Breverismos
6192) CAMBIO DE VIDA
Decía que aquel
cuadro de Leonardo da Vinci le había cambiado la vida. Y era cierto: lo
robó, lo vendió, no le detuvieron y vivió rico y feliz en resto de su vida.
6610) GIOCONDA
Era tal la
cantidad de turistas delante del cuadro de la Gioconda que el Louvre
decidió poner al lado un enorme televisor con la imagen del cuadro ampliada
tres veces su tamaño. El éxito fue espectacular, porque claro, dónde vas a
comparar…
6721) GIOCONDO
El marido de la Gioconda vendió el
retrato porque no la podía ver ni en pintura.
Mañana otra cosa, que es de lo que se trata.
Muchas gracias por el de hoy y por el de ayer. Estupendos.
ResponderEliminarUn beso
Isabel infatigable , como tú dices. No me iba a fatigar por cuatro letras, que dice aquel.
Gracias reina
EliminarCarlos Giménez, sí señor, un grande entre los grandes. Qué suerte haberle conocido. Para mí Paracuellos es la Biblia y hasta más. Un tío grande.
ResponderEliminarJosé
Lo que me sorprende es que hayas tardado tanto en sacar en tu blog al mejor dibujante de historietas de Europa, con permiso de Moebius, que es su colega ya que están los dos en el Olimpo de los dibujantes de historietas (no me gusta la palabra "comic")
ResponderEliminarGracias por habernos recordado que Carlos Giménez es el mejor.