En el blog del pasado viernes os informaba que
el Museo de las Civilizaciones del Quai Branly de París ha montado una original
exposición: Tatouers, Tatoués
(Tatuadores y Tatuados), un viaje por la historia del tatuaje, que estará
abierta al público hasta el 18 de octubre. Y en dicho blog dejaba constancia de
los tatuajes japoneses. Pues bien, como os prometí hoy nos daremos una vuelta
por los tatuajes de la lejana Oceanía, y en concreto por los tatuajes maoríes.
Que
los tatuajes vienen de muy antiguo y que generalmente son producto de
condicionamientos religiosos, sociales o culturales quedó explicado el viernes.
Así, desde la Prehistoria ,
el Antiguo Egipto, Grecia y Roma hasta hoy, el tatuaje ha seguido adelante
surcando y pintando con pigmentos la piel de los humanos.
Pero fueron los
viajeros que durante el siglo XIX surcaron el Pacífico los que trajeron noticia
de los tatuajes más extraños: los de
los habitantes de la Polinesia , de las
tribus indígenas de las islas de Nueva
Zelanda: los maoríes.
La
representación de los tatuajes maoríes, a diferencia de los sofisticados y
naturalistas japoneses, es que eran abstractos, geométricos, formados únicamente
por curvas y espirales que adornaban el rostro y el cuerpo, y siempre dibujados
con pigmentos negros.
Con
otra diferencia importante a destacar: que, a diferencia de los japoneses que
se tatuaban solamente el cuerpo, los maoríes utilizaban el tatuaje como
ornamento sobre todo en la cara. Tatuajes que eran signo y seña social que
informaba de su pertenencia a determinado grupo comunal.
El
tatuaje comenzaba desde edad temprana y siempre en la cara, como anuncio del
paso de la niñez a la madurez. Con el paso del tiempo los dibujos, siempre
geométricos, se iban extendiendo por el resto del cuerpo de los jóvenes
guerreros que, por su aspecto, aterrorizaron a los primeros europeos que
arribaron a sus tierras desde el siglo XVIII.
El
tatuaje confería a los maoríes, además de sentido estético, jerarquía y
posición social, puesto que cuanto más tatuajes llevaran a la vista, más
respeto emanaban en el grupo social al que pertenecían.
Las
mujeres, aunque en menor medida, también se tatuaban, pero por regla general
solamente el rostro, y especialmente la barbilla.
Pero como en el caso de los hombres, el tatuaje en las mujeres servía también para identificar a quien lo llevaba, relacionándolo inmediatamente con el grupo social y tribu a la que pertenecían.
Algo muy
distinto a lo que sucede hoy en los países desarrollados, en los que el tatuaje
solamente es una moda (¡Qué moderno soy)… de la que muchos se arrepienten cuando les da un ataque
de juicio.
Breverismos
7235) ÁRBOL TATUADO
Decidió grabar un corazón con el
nombre de su amada en el tronco de un árbol. Era menos doloroso que hacerse un
tatuaje y, sobre todo, mucho más barato.
7236) TATUAJE OXIDADO
A los veinte años se tatuó debajo
del ombligo una flecha que señalaba hacia abajo con un texto que decía: Esto es una máquina. Y a los sesenta,
añadió: …un tanto oxidada.
7237) PENE TATUADO
En su pene flácido las letras
tatuadas escribían Renopla… pero en
erección el texto completo decía Recuerdo
de Constantinopla.
Como complemento os recomiendo que
veáis –o en su caso volváis a ver- la película El piano, el la que Harvey
Keitel aparece como aguerrido y tatuado maorí. Estrenada en 1993 fue
dirigida por Jane Campion.
Y de
paso -aunque a mí no me gusta la Copla- podéis escuchar, por alusiones, está canción, Tatuaje,
de la en su día famosa Concha Piquer,
que hizo la delicia, imagino, de nuestros padres y abuelos, al escuchar el
excitante mundo del que ellos no disfrutaban.
Recomendación final: Y ya que el jueves hablamos de Japón ahí va una recomendación: En el Museo de la Real Academia
de San Fernando, en la calle de Alcalá nº 13, de Madrid, se expone una colección
de 116 estampas japonesas del periodo Edo
(1603-1868). Una muestra delicada y deliciosa del gusto por los placeres de
la vida, de esos a los que tenemos que, sin dudarlo, tirarnos de cabeza... que os lo he dicho mil veces, que esto se acaba. HEstará abierta hasta el 10 de
julio. Merece la pena.
Mañana terminaremos el periplo tatuador con los
horrorosos tatuajes de las maras.
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