Roger
Ballem
es marciano, del mismo Marte, abducido de allá para acá. Y a falta de mejor
sitio para disparar su cámara se quedó en un mundo que causa sorpresa,
inquietud y hasta miedo… y todo lo sorprendente y hasta desagradable que le quieras añadir, que
así son los marcianos para sus cosas.
Su aspecto es el de un señor normal que bien podría ser vecino
tuyo, que aquí está su foto de carné para demostrarlo.
Pero cuando se echa la cámara
al ojo se transforma... dejando pequeños al doctor Jeckyll y a mister Hyde.
Geólogo, pintor y
fotógrafo dice que nació en 1950 en Nueva York, si bien vive en Sudáfrica desde
1970. En sus fotografías, siempre en blanco y negro, recurre a la pintura
y la escultura, ya que en muchas de sus
imágenes las formas dibujadas sobre la pared que sirve de telón de fondo a sus
modelos las realiza él mismo… como decorado
ante el que posarán sus peculiares –por llamarlos de alguna forma-
personajes.
Como en el caso de
esta foto en el que lo único real es la paloma posada sobre una mano que no se
sabe de dónde sale y el pollo extraño que mira a la cámara. Lo demás está
pintado.
Pero no sé qué será
mejor –o peor- si que pinte imágenes en el telón de fondo o no, porque las
fotos más sencillas aún son más inquietantes.
Él dice que su
objetivo ha sido mostrar distintos aspectos de la condición humana… a condición
de que un escalofrío recorra nuestra espalda, añado yo, porque a mí, al menos,
algunas de sus fotografías más que inquietud me causan temor.
A ver,
¿subirías con este tipo –con cerdo o sin él- a solas en un ascensor?
Pues ya está.
O con Dresie
y Cassie, los encantadores hermanos
gemelos, vecinos suyos, inseparables. Pase, pase... ¿A qué piso va usted?
¿O con este caballero y su
entrañable gatito? La mezcla de modelos inquietantes y entornos misteriosos y sórdidos
recrea un mundo especial que causa escalofríos, al no saber qué es ficticio y qué real.
La obra de Ballen forma parte de las colecciones
permanentes de la Tate Gallery
de Londres, del Museo de Arte Moderno de
Nueva York y del Centro Pompidou de París, entre otro muchos museos. Y ha
expuesto su obra en las galerías más prestigiosas de Europa y América.
En sus fotografías a
veces no aparece la cara de un modelo, sino otras partes de su anatomía, y ya
puestos a pensar, no sé qué será más inquietante… como esta imagen con un
perro recién nacido de por medio.
O esta señora que
esconde su rostro en su vestido.
O los dos pares y
medio de manos que intentan atrapar, o no, a la paloma que contrasta su
blancura con la oscuridad -¿suciedad?- del resto.
En otras tomas Ballem le da más importancia al fondo
pintado por él mismo que al modelo que forma parte del conjunto, como en este
caso. Así, texturas, trazos, extrañas composiciones, animales y personajes
perturbadores pueblan el mundo del fotógrafo en una mezcla irreal pariente
cercana de la pesadilla… pero en el fondo un mundo propio en el que hay que
entrar dispuesto a no hacer demasiadas preguntas.
O en estos casos
también.
Incluso provoca que el
modelo -o los modelos- se confunda con los fondos.
Lo mismo que provoca que hasta que las fotos
que aparentemente son más sencillas en tema y composición sigan arrastrando el
punto de misterio y provocación marca de la casa, como en estos tres ejemplos.
En fin, me despido con
la foto de este tímido que se tapa la cara con el ala del pobre pato.
Y con este retrato del fotógrafo con una de las modelos sobre fondo pintado... antes de disparar la foto que tenía preparada (que es la que está cinco fotos más arriba) y después de pintar el telón.
Tengo un amigo
psiquiatra que dice que Roger Ballem
necesitaría siete mil sesiones en su diván para tratar de explicar su mundo. Y
yo le contesto que no tiene por qué explicar nada, que ahí está su obra: el que
quiera que la contemple y el que no, que pase página.
Como la obra de Ballem
es ingente, he guardado otra tanda de fotos para una siguiente entrada, pero os
dejaré descansar unos cuantos días, que tampoco es cuestión de alebrestar la
personal (incluso intentaré buscar su foto de comunión… no quiero ni imaginarla).
Y, ya puestos, ahí van
tres Breverismos
de
psiquiatras y su clientela… que a veces está más cuerda que ellos.
340) VOCES
Lo malo no es
oír voces –le dijo al psiquiatra- Lo peor es oír publicidad entre voz y voz.
884) TRASTORNO ESQUIMAL
Diagnosticaron
trastorno bipolar al esquimal que vivía seis meses en el Polo Norte
y seis meses en el Polo Sur.
1613) DESORDEN
La asistenta le
ordenó su desorden de personalidad… y le cobró mucho menos que el psiquiatra.
Mañana
volveré, como dice la canción… aunque no recuerdo cual.
Vaya entrada inquietante. Se te cuelan a veces unos personajes que no es miedo lo que dan es algo aún peor. Yo no indagaría más, no le preguntaría a nadie por esta cuestión no fuera que alguno de estos personajes me respondiera....¡Qué Pies, qué cerdo con dueño, qué caras, qué entorno!. Estoy impresionada.
ResponderEliminarNo compartiría ascensor ni con esos personajes ni con Roger Ballen, que es quien más miedo me da.
No puedo ver otra cosa que inquietud, locura, miedo, enfermedad, suciedad. Creo que yo no me haría fan de este fotógrafo. Pero no lo sé. Así de entrada es un impacto. Este tipo de obras requiere su tiempo.
Un beso
Isabel
Bueeeeeeno: me lavaré los pies y dejaré al perrito en su cesta, que he quedado con el señor del cerdo para cenar unas chuletillas adobadas.
ResponderEliminarSi sobrevivo, mañana publicaré otra entrada,
Quino
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