jueves, 24 de abril de 2014

BREVERISMOS. JUEVES 24 DE ABRIL DE 2014

Esta es la segunda parte del blog de ayer. Veremos otros datos de El Greco que, aunque conocidos, no suelen ser excesivamente aireados.
       El Greco vino a España atraído, como tantos otros artistas, por la bonanza económica de la Iglesia. La Contrarreforma había dividido Europa en dos ideales religiosos irreconciliables: católicos y protestantes. Quienes promovieron la Reforma de la Iglesia Católica contra los abusos del clero y las excesivas prerrogativas del Vaticano proclamaban la humildad de sus pastores, la sencillez de ritos, la supresión del boato y la riqueza en ceremonias y templos, el fin del culto a las imágenes y el ejemplo a los fieles a través de una vida sencilla. 
      Para contraatacar la Iglesia Católica, atrincherada en Roma, pregonó todo lo contrario: había que servir a Dios a través del lujo y la riqueza de los templos, aumentar el culto a los santos y mártires y, sobre todo, la presión sobre los fieles con manifestaciones públicas aún más ricas y aparatosas.

 

Este cuadro, pintado hacia 1605, es uno de los pocos paisajes que El Greco pintó. Es la Vista de Toledo y se conserva en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

       Así, la Europa que quedó del lado católico, sobre todo Italia y España, vivió un renacimiento del arte sacro, auspiciado desde Roma y sufragado por las monarquías católicas. El oro, la plata y el bronce, los más costosos mármoles, pinturas y esculturas invadieron las iglesias para que el contraste con la humildad protestante fuera cada vez mayor. Y España llamó a los más grandes artistas, arquitectos y artesanos para mayor gloria de Dios.
       Pintor de iconos en sus comienzos, El Greco salió de su Creta natal a los 26 años, para viajar a Venecia, atraído por los pintores venecianos, y después a Roma. Pero su destino final fue España, y en concreto Toledo, pues entonces era una próspera ciudad, capital religiosa de España, en la que la Iglesia marcaba el paso de sus 62.000 habitantes. Se instaló en la ciudad en 1577, para vivir y trabajar en ella hasta su muerte, en 1614.


       Muy pronto su estilo se consideró prototipo del espíritu de la Contrarreforma por la espiritualidad y el misticismo que destilaban. Sus figuras alargadas, casi fantasmales, delgadas y extremadamente expresivas eran la representación del sacrificio y el sentimiento, junto a un colorido ácido y de luces muy contrastadas que pronto se harían populares. En su Cristo abrazado a la cruz, pintado en 1580, se muestra como el pintor más ligado al espíritu de la Contrarreforma. Pronto montaría un taller para hacer frente a los numerosos encargos, fundamentalmente retablos y grandes cuadros para las iglesias, así como retratos de clérigos, intelectuales y personajes de la ciudad y de la Corte.
       Hasta aquí la historia oficial de sus éxitos, pero tuvo un gran fracaso que lo amargó el resto de su vida. En aquella época se ultimaba El Monasterio de El escorial y el rey Felipe II invitó a los grandes artistas italianos a decorarlo con sus obras. El Greco presentó al rey el cuadro El martirio de San Mauricio, pintado entre 1580 y 1582.

 

       Pero el cuadro no gustó al monarca, lo que causó una gran decepción en el pintor. En realidad El Greco no tenía planeado establecerse en Toledo, pues su aspiración era pintar en la Corte al servicio del rey, después de haber obtenido el favor real. Pero al fracasar se recluyó en Toledo, ciudad donde su arte era muy apreciado, fama que creció con el espléndido cuadro El entierro del conde de Orgaz, su obra más conocida.


       El cuadro, pintado entre 1586 y 1588, presenta una leyenda toledana que decía que el conde había sido enterrado por San Esteban y San Agustín. Se conserva en la Iglesia de Santo Tomé. En la parte inferior vemos el entierro, mientras que en la parte superior el alma del conde llega al Cielo.

      Detalle de la parte inferior del cuadro.

       Cuatrocientos años más tarde, en 1969, el Equipo Crónica nos dio su peculiar versión encuadrada en el llamado Pop Art, con esta serigrafía.


      El cuadro del Greco, demostrando su popularidad, tuvo varias versiones a lo largo del tiempo. Unido a su actividad de pintor de escenas religiosas el pintor simultaneó su arte religioso con retratos de caballeros,de entre los cuales el exponente más conocido sea el que se conoce como El caballero de la mano en el pecho.

 

Este magnífico retrato, pintado en 1585, es un ejemplo de expresividad dentro de la sencillez del espíritu místico del autor, que pinta al caballero prototipo del Renacimiento. Serio, adusto, de gesto solemne mira de frente al espectador con una mano en el pecho y mostrando la rica empuñadura de su espada. Se conserva en el Museo de El Prado, siendo una de sus piezas más admiradas 


       Retrato de caballero anciano fue pintado en 1587 y se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York. Fue comprado por Joseph Pulitzer, después de haber permanecido en varias colecciones españolas.

       Otro dato no muy conocido de su arte es que, con el paso del tiempo la obra de El Greco cayó en el olvido. Su arte fue apreciado de muy distinta manera según pasaba el tiempo. Y así como fue calificado de místico y religioso en su época, posteriormente se le llegó a calificar de pintor de segunda fila y hasta lunático. Sus contemporáneos admitían su dominio técnico pero les desconcertaba las estiradas formas de sus figuras y el extraño colorido. Pacheco lo excluyó de su estudio de los grandes pintores de la época. Después de muerto su fama empezó a decaer y se le consideró un pintor extravagante, siendo arrinconado. Antonio Palomino, autor del mejor tratado sobre pintores españoles, escribió que si bien fue admirado en su época, ahora se lo veía como un mal pintor “de figuras descoyuntadas y colores desabridos”. Y acuñó un juicio que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX: “Lo que hizo bien, ninguno lo hizo mejor, pero lo que hizo mal, ninguno lo hizo peor”.

          Detalle de San Pedro, de la Capilla Oballe, 1610

       Fueron intelectuales y artistas franceses quienes lo sacaron del injusto olvido en el que había caído. Théophile Gautier, Delacroix y Millet compraron, por nada, obras de El Greco, mientras que Manet viajó en 1865 a Toledo para estudiar la obra del pintor, al que junto a Velázquez, admiraba. Pero fue Paul Lefort, en su influyente Historia de la Pintura quien le dio el espaldarazo definitivo: “El Greco no es, como se creía, un loco o un extravagante, sino un pintor de formas audaces y valiente colorido, y hay que considerarlo un gran pintor”.
       Finalmente, en 1907, Bartolomé Cossio, que compró algún cuadro del pintor en El Rastro, publicó un estudio exhaustivo, aportando documentos y pruebas de su fama en su época, que fue definitivo para la resurrección del pintor, y para colocarlo en el puesto que merecía en la Historia del Arte.


Para terminar, aquí está La dama del armiño, pintado en 1580, es uno de los pocos retratos de mujeres que El Greco pintó, a excepción de vírgenes y santas. No se tiene seguridad de que la dama sea Jerónima de las Cuevas, compañera del pintor, pues también podría ser Catalina Micaela, segunda hija de Felipe II.

El Greco falleció el 7 de abril de 1614, rico, admirado y considerado, siendo sepultado en la iglesia de Santo Domingo el Antiguo. Posteriormente sus restos fueron trasladados a la iglesia de San Torcuato... para ser destruido y sus restos perdido al demoler la iglesia en el siglo XIX.

Os recuerdo que tanto la expo de el Museo de El Prado como la gran exposición de Toledo, estarán abiertas al público hasta finales de junio. Una buena ocasión para contemplar en toda su dimensión la obra de este gran pintor.

Mañana, a otra cosa... y como el blog me ha salido muy largo no os ofrezco los tres Breverismos nuestros de cada día, con la promesa, además, de que mañana el blog será más breve.


2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias, bonita. Intentaré seguir sorprendiéndote todo lo que pueda.
      Un beso.
      Quino

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