viernes, 4 de abril de 2014

BREVERISMOS. VIERNES 4 DE ABRIL DE 2014

El otro día leí la noticia de que había aparecido un nuevo huevo… pero no un huevo cualquiera, sino un huevo de Fabergé. La noticia es un notición dado que se suponía que casi todos los que había elaborado el joyero estaban localizados, pero no, ha aparecido uno nuevo, una más de las 69 joyas que  Carl Fabergé (1846-1920) hizo para los zares de Todas las Rusias y otros distinguidos –y adinerados – clientes, entre 1885 y 1917. De los 69 huevos se conservan 61, más el que acaba de aparecer.
       Si incluyo los huevos en un blog es porque los considero, y están considerados, perfectas obras de arte de la joyería.

      
       Fabergé era un gran joyero-orfebre, responsable de una empresa familiar famosa por la originalidad y perfección de sus joyas. En 1870 se estableció en San Petersburgo, comenzando las series de huevos de Pascua elaborados con metales y piedras preciosas. Oro, platino, plata y paladio eran los metales habituales, a veces cubiertos con esmaltes para darles color. Y las piedras preciosas empleadas eran diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas, aunque también utilizaba piedras semipreciosas como jaspe, cristal de roca, jade, malaquita, ónice y lapislázuli.


       El tamaño de los huevos variaba según su diseño, si bien siempre procuraban –adornos aparte- tener el mismo tamaño que los huevos de gallina.


       Fabergé expuso sus huevos en la Exposición Panrusa de Moscú en 1880, siendo premiado con la medalla de oro del certamen. El éxito fue inmediato y los encargos de la corte y de la oligarquía rusa comenzaron de inmediato.


       Pero lo extraordinario era que cada huevo, ejemplar único, se abría para mostrar una sorpresa en su interior, auténticas miniaturas hechas en los mismos materiales que la carcasa del huevo en el que iban ocultos. Además, los estilos variaban desde el Art Nouveau, el barroco y el tradicional ruso, hasta el griego, renacentista o fantástico.


       Así, al abrirse cada huevo, mostraba su interior en el que aparecía un objeto, que solía ser un reloj, un adorno, ramos de flores, una mínima caja de música y hasta un pequeño juguete.


       El cliente daba al joyero liberta de acción, para encontrarse con la sorpresa en su interior.


       Aquí podemos ver en detalle uno de los huevos con un reloj y un gallo que cantaba anunciando las horas.


       Fabergé pronto se convertiría en el joyero oficial de la Corte rusa, desde que el zar Alejandro III le encargara un huevo para regalárselo a su esposa, la zarina María, para conmemorar la Pascua rusa. Entre 1885 y 1894 Fabergé hizo para el zar 11 huevos.  
       Nicolas II, el hijo de Alejandro III siguió con la tradición, y el joyero hizo para él 40 huevos, entre 1894 y 1917 para regalárselo a su madre, y otros 23 para su esposa, la zarina Alejandra Feodorovna. El Kremlin posee 19. Y en distintos museos y colecciones privadas estadounidenses se conservan 12. La reina Isabel II de Inglaterra tiene 3 huevos (con perdón).
Pero de entre todos, el más famoso es el Huevo de la Coronación.

       El Huevo de la Coronación es el más popular. Esta elaborado en oro cubierto de esmalte amarillo. En los puntos en que se cruzan las cintas de oro entretejido aparece una minúscula águila imperial que lleva en su pecho un diamante. Y la sorpresa es que en su interior lleva una réplica exacta del coche que utilizó el zar el día de su coronación, de ahí el nombre del huevo. El orfebre tardó 15 meses en fabricarlo, utilizando, como en todos, potentes lupas que regalaba a sus clientes para que pudieran apreciar los minúsculos detalles. En la segunda mitad del siglo XX este huevo fue subastado y vendido por 18 millones de dólares.




       Y para terminar, aquí tenéis el huevo encontrado el mes pasado. Mide 8 centímetros de altura. Lo encontró un chatarrero estadounidense en un mercadillo de antigüedades. Y sin saber su historia lo compró por 13.000 dólares por el valor del oro, los diamantes y los zafiros con que estaba fabricado. Indagando en Google se enteró del valor del tesoro adquirido, y ha recibido ofertas de coleccionistas privados que han llegado hasta los 33 millones de dólares… que eso sí que es un buen negocio y no jugar a la lotería.

Hoy, como el blog ha sido largo no incluyo los Breverismos, para no agobiar.


El lunes atacaremos otro tema, el que sea, que algo se me ocurrirá.

5 comentarios:

  1. ¡Qué bueno!
    Yo es que me río mucho porque lo primero que se me ha ocurrido es insertar un anuncio en un periódico americano diciendo algo así como
    "Señorita estupenda busca amante con huevo".
    Y luego ya esperar a ver qué pasa. No tengo yo huevos para hacer eso.
    Y en mi tremenda ignoracia y desapego a las joyas, cuando veo las susodichas en forma de huevo solo pienso en el trasto ese que cogería una cantidad de polvo ingente. Las limitaciones de cada uno, qué le vamos a hacer.
    En fin, gracias por la risa de hoy, que di que también la tengo fácil normalmente.
    Un beso
    Isabel

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  2. ¡Manda huevos!... que diría el ínclito procer a micrófono cerrado... o el zar ese que no sabía la que se le venía encima, que es lo que les pasó a los zares, que entretenidos en mirar los huevos, pues eso... que les regalaron un huevo rojo que cuando lo abrías salía la cabecita pelada de Lenin cantando eso de "Agrupémonos todos en la lucha final... " pero no dentro de un huevo, porque no cabrían.
    Qué alegría tenerte de nuevo en casa
    Quino

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    1. Pero Quinito, si no me voy nunca, solo tomo distancia para coger carrerilla.
      Por cierto el chatarrero americano no contesta pero mi vecino sí. Dice que los Fabergé se quedan en nada comparados con los suyos. Me invita a una prospección en vivo y en directo.
      A mí me sigue pareciendo que los buenos son los de las gallinas con patatas fritas.
      Un beso
      Isabel

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  3. Me he encontrado 3, aunque yo propiamente soy normal en ese aspecto. Quiero decir que he visto 3 huevos de Fabergé en vivo y en directo. El del jubileo danés, el del Caucaso, y el Napoleónico, allá en mis tiempos neoyorquinos. Lo 3 en la collección del Museo Metropolitano, claro.

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  4. Pues mérito tiene eso de ver tres huevos de una tacada allá por los Nuevayores, que por aquí, por el suelo patrio este, tan desolado, no hay ninguno, a no ser los del caballo de Espartero.
    Abrazos y muchos.
    Quino

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