El otro día leí la noticia de que había
aparecido un nuevo huevo… pero no un huevo cualquiera, sino un huevo de Fabergé. La noticia es un
notición dado que se suponía que casi todos los que había elaborado el joyero
estaban localizados, pero no, ha aparecido uno nuevo, una más de las 69 joyas
que Carl
Fabergé (1846-1920) hizo para los zares de Todas las Rusias y otros
distinguidos –y adinerados – clientes, entre 1885 y 1917. De los 69 huevos se
conservan 61, más el que acaba de aparecer.
Si
incluyo los huevos en un blog es porque los considero, y están considerados,
perfectas obras de arte de la joyería.
Fabergé era un
gran joyero-orfebre, responsable de una empresa familiar famosa por la
originalidad y perfección de sus joyas. En 1870 se estableció en San
Petersburgo, comenzando las series de huevos de Pascua elaborados con metales y
piedras preciosas. Oro, platino, plata y paladio eran los metales habituales, a
veces cubiertos con esmaltes para darles color. Y las piedras preciosas
empleadas eran diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas, aunque también
utilizaba piedras semipreciosas como jaspe, cristal de roca, jade, malaquita,
ónice y lapislázuli.
El tamaño de
los huevos variaba según su diseño, si bien siempre procuraban –adornos aparte-
tener el mismo tamaño que los huevos de gallina.
Fabergé expuso
sus huevos en la
Exposición Panrusa de Moscú en 1880, siendo premiado con la
medalla de oro del certamen. El éxito fue inmediato y los encargos de la corte
y de la oligarquía rusa comenzaron de inmediato.
Pero lo
extraordinario era que cada huevo, ejemplar único, se abría para mostrar una
sorpresa en su interior, auténticas miniaturas hechas en los mismos materiales
que la carcasa del huevo en el que iban ocultos. Además, los estilos variaban desde
el Art Nouveau, el barroco y el tradicional ruso, hasta el griego, renacentista
o fantástico.
Así, al
abrirse cada huevo, mostraba su interior en el que aparecía un objeto, que
solía ser un reloj, un adorno, ramos de flores, una mínima caja de música y
hasta un pequeño juguete.
El cliente
daba al joyero liberta de acción, para encontrarse con la sorpresa en su
interior.
Aquí podemos
ver en detalle uno de los huevos con un reloj y un gallo que cantaba
anunciando las horas.
Fabergé pronto
se convertiría en el joyero oficial de la Corte rusa, desde que el zar Alejandro III le encargara un huevo para regalárselo a su esposa,
la zarina María, para conmemorar la Pascua rusa. Entre 1885 y
1894 Fabergé hizo para el zar 11 huevos.
Nicolas II, el hijo de Alejandro III
siguió con la tradición, y el joyero hizo para él 40 huevos, entre 1894 y 1917
para regalárselo a su madre, y otros 23 para su esposa, la zarina Alejandra Feodorovna. El Kremlin posee
19. Y en distintos museos y colecciones privadas estadounidenses se conservan
12. La reina Isabel II de Inglaterra
tiene 3 huevos (con perdón).
Pero de entre todos, el más famoso
es el Huevo de la Coronación.
El Huevo de la Coronación es el más
popular. Esta elaborado en oro cubierto de esmalte amarillo. En los puntos en
que se cruzan las cintas de oro entretejido aparece una minúscula águila
imperial que lleva en su pecho un diamante. Y la sorpresa es que en su interior
lleva una réplica exacta del coche que utilizó el zar el día de su coronación,
de ahí el nombre del huevo. El orfebre tardó 15 meses en fabricarlo,
utilizando, como en todos, potentes lupas que regalaba a sus clientes para que
pudieran apreciar los minúsculos detalles. En la segunda mitad del siglo XX
este huevo fue subastado y vendido por 18 millones de dólares.
Y para
terminar, aquí tenéis el huevo encontrado el mes pasado. Mide 8 centímetros de
altura. Lo encontró un chatarrero estadounidense en un mercadillo de antigüedades.
Y sin saber su historia lo compró por 13.000 dólares por el valor del oro, los
diamantes y los zafiros con que estaba fabricado. Indagando en Google se enteró
del valor del tesoro adquirido, y ha recibido ofertas de coleccionistas privados
que han llegado hasta los 33 millones de dólares… que eso sí que es un buen
negocio y no jugar a la lotería.
Hoy, como el blog ha sido largo no incluyo los
Breverismos, para no agobiar.
El lunes atacaremos otro tema, el que sea, que
algo se me ocurrirá.
¡Qué bueno!
ResponderEliminarYo es que me río mucho porque lo primero que se me ha ocurrido es insertar un anuncio en un periódico americano diciendo algo así como
"Señorita estupenda busca amante con huevo".
Y luego ya esperar a ver qué pasa. No tengo yo huevos para hacer eso.
Y en mi tremenda ignoracia y desapego a las joyas, cuando veo las susodichas en forma de huevo solo pienso en el trasto ese que cogería una cantidad de polvo ingente. Las limitaciones de cada uno, qué le vamos a hacer.
En fin, gracias por la risa de hoy, que di que también la tengo fácil normalmente.
Un beso
Isabel
¡Manda huevos!... que diría el ínclito procer a micrófono cerrado... o el zar ese que no sabía la que se le venía encima, que es lo que les pasó a los zares, que entretenidos en mirar los huevos, pues eso... que les regalaron un huevo rojo que cuando lo abrías salía la cabecita pelada de Lenin cantando eso de "Agrupémonos todos en la lucha final... " pero no dentro de un huevo, porque no cabrían.
ResponderEliminarQué alegría tenerte de nuevo en casa
Quino
Pero Quinito, si no me voy nunca, solo tomo distancia para coger carrerilla.
EliminarPor cierto el chatarrero americano no contesta pero mi vecino sí. Dice que los Fabergé se quedan en nada comparados con los suyos. Me invita a una prospección en vivo y en directo.
A mí me sigue pareciendo que los buenos son los de las gallinas con patatas fritas.
Un beso
Isabel
Me he encontrado 3, aunque yo propiamente soy normal en ese aspecto. Quiero decir que he visto 3 huevos de Fabergé en vivo y en directo. El del jubileo danés, el del Caucaso, y el Napoleónico, allá en mis tiempos neoyorquinos. Lo 3 en la collección del Museo Metropolitano, claro.
ResponderEliminarPues mérito tiene eso de ver tres huevos de una tacada allá por los Nuevayores, que por aquí, por el suelo patrio este, tan desolado, no hay ninguno, a no ser los del caballo de Espartero.
ResponderEliminarAbrazos y muchos.
Quino