Ya sabemos que la Iglesia es muy suya para
sus cosas, que por si hubiese alguna duda, que no la había, anoche hablé con el
Papa Francisco. Y me dijo:
-Si
yo te contara, Quinito Quinito. Esto es un nido de buitres.
-Hombre
Papa, no será para tanto.
-¿Que
no?... Vaya, espera, que se me ha caído encima el poleo envenenado que me
acaban de traer.
-¿Qué
me dice?
-Lo
que te digo. Tú, a la teoría, que esa es muy bonita, por ejemplo, a las
procesiones, ¿a que te gustan?
-Pues
la verdad es que sí, sobre todo las de Valladolid, Sevilla, Málaga y Zamora.
-Es
que nosotros, es decir, la
Iglesia , cuando queremos persuadir al personal nos volcamos.
Oye, podías contar en tu blog cómo empezó todo.
-Hombre,
buena idea, porque la verdad es que no tenía tema preparado para hoy.
Pues
nada, te dejo ¡Ahhh…!
-¿Qué
pasa, Papa?
-Nada
hijo, que me han clavado un abrecartas en la espalda. A ver si me lo quito y me
pongo una tirita…
Si la montaña no viene a Mahoma… se solía decir,
en voz baja, claro, porque hace siglos no se podía mentar al infiel por miedo a
la Inquisición. Y
es que, aunque procesiones las hubo en España de toda la vida, fue en la Contrarreforma ,
allá por el siglo XVII cuando la
Iglesia decidió que había que hacer algo ante la falta de fieles
en las iglesias. Y se acordaron del dicho moruno (no del pincho moruno), pero
adaptándolo: Si los fieles no vienen a la iglesia, saquemos la iglesia a la
calle.
Hay
constancia de que en la Edad Media
e incluso en épocas anteriores había procesiones, sobre todo en pueblos y
aldeas, en las fiestas patronales o situaciones extraordinarias. Pero fue con
la llegada de franciscanos y dominicos cuando comienzan las procesiones como
acto organizado. En el siglo XV comenzó el acercamiento de lo sagrado al pueblo
a través de imágenes que explicaran la Pasión de Cristo y la vida de los santos y
mártires al pueblo iletrado. Ya que no podían leer los textos sagrados había
que avivarles la fe y la religiosidad a través de la palabra en los sermones y
de las dramáticas imágenes en las iglesias.
Las
imágenes de Cristo sufriendo el martirio se multiplicaron, mientras que desde
el púlpito los predicadores nos culpaban de todo lo que le había pasado a
Cristo. Pero fue a partir del Concilio de Trento cuando la Iglesia ve en las
procesiones un poderoso instrumento de persuasión. No solo había que atraer al
pueblo a las iglesias sino que las iglesias deberían salir a la calle. Así, los
redobles de tambores y la música procesional llenó las calles entrando por
ventanas y puertas hasta el más escondido rincón de los hogares. Nadie podía
librarse, sobre todo en la semana que se proclamó santa con la representación
callejera de todas las etapas de la
Pasión de Cristo.
Para
añadirle dramatismo y teatralidad, las procesiones más importantes se hacían de
noche, iluminadas solamente con velas y hachones, es decir: con el fuego
purificador como actor secundario.
Las
imágenes que hasta entonces habían estado arrinconadas en la oscuridad de los
templos tomaron nueva vida encaramadas sobre los llamados pasos, plataformas
llevadas a hombros que imprimían movimiento y cadencia a dichas imágenes. Y
aparece un nuevo elemento para añadirle más dramatismo: los penitentes y los
flagelantes.
Los
penitentes son fieles que siguen a los pasos descalzos y arrastrando cadenas,
sobrecogiendo a los espectadores con su sufrimiento (aunque a un penitente lo
pillaron con las cadenas de plástico).
O
con pesadas cruces a imitación de Cristo camino del Calvario. La penitencia, el
dolor y la sangre copan el protagonismo como camino hacia la expiación de los
pecados.
Pronto
aparecerán los flagelantes, pues hay constancia de
su presencia desde el siglo XIII. El Concilio de Letrán, en 1215, permite y
alienta la presencia de penitentes sufridores en las cofradías, siempre que
sean anónimos ocultando el rostro, “para que nadie presume de ello ni trate de
ganar favores o prestigio”. Es la apoteosis del martirio. Goya nos ofreció su
versión de una de estas procesiones en su cuadro La procesión de los
Flagelantes, pintado en 1812, en las que aparece
el capuchón o capirote, ocultando el rostro de los penitentes.
El
origen del capuchón está en la
Inquisición , cuando a los castigados se les imponía, a modo
de burla y penitencia, un cucurucho de cartón. Mas tarde las cofradías lo
adoptaron solamente en el sentido penitencial. Lo cierto es que es bastante
inquietante que se te acerque un tipo así, por muchas cruces y medallas que
lleve encima… o precisamente por eso. Sobre todo si es un flagelante sangrante,
ya que te puede salpicar.
Pueblos
en los que haya procesiones de Semana Santa con flagelantes en España hay unos
cuantos, que somos así de brutos. Así que solo mencionaré a los Picaos de San Vicente de la
Sonsierra , pueblo de La
Rioja. Y yo me pregunto: ¿Y estos señores,
en lugar de flagelarse, por qué no se reúnen con sus amigos y bellas señoritas
para tomarse unos cuantos vinos, pues buen vino tienen a mano? Qué cosas…
Pues
no. Vino tinto, no, cuanta más sangre mejor… aunque hoy se hayan convertido en
atracción turística.
En
fin, tiempo de meditación, arrepentimiento y soledad, que no hay nada como
Benidorm para llevar a cabo tales propósitos.
Breverismos penitenciales
4) EXCESIVA ASIDUIDAD
-No quisiera
herirte, pero compréndelo… la relación de pareja, con el tiempo, sufre
transformaciones… se deteriora… Además, necesito tiempo para pensar… soledad
para encontrarme a mí mismo –le dijo el ermitaño a la cabra que visitaba su
gruta con demasiada asiduidad.
985) PLANTILLAS PENITENTES
Todos admiraban
la capacidad de sufrimiento del santo: metía un puñado de garbanzos en cada
zapato y caminaba en las procesiones sufriendo los rigores de la penitencia… Lo
que nadie sabía es que los garbanzos estaban cocidos. Lo eligieron Santo
Patrón de los fabricantes de plantillas.
4422) SOLEDAD LLENA
El místico
marchó hacia la soledad deseada, pero tardó tanto que cuando llegó ya estaba
llena de gente.
Y ya sabéis: en esta
semana de dolor que os duela lo menos posible. Y haced caso a lo que decía mi
tía Hortensia: a este valle de Lágrimas hemos venido a llorar lo menos posible.
Anuncios y comunicados: recordad que este blog
no se publica los sábados, domingos y fiestas de guardar. Y como fiesta es el
jueves y el viernes, pues el blog no se publicará el jueves, viernes, sábado y
domingo… pero volverá irreductible y con las pilas cargadas el lunes 21. Para
esos días tengo un plan estupendo: ya que estoy en plena forma participaré en
una maratón de valses en Viena. Sí, no pongáis esa cara…
Querido, mi ausencia durante esta Semana Santa se debe a que me atraganté con una torrija mientras escuchaba una saeta y veía una pequeña pero contundente muestra de tradiciones españoles en Semana Santa.
ResponderEliminarCon decirte que me estoy poniendo tiritas en mis carnes abiertas aún hoy...
Un beso
Isabel