-¡Bienvenido!, venga un
abrazo, hombre.
-Pero, un momento, ¿es
usted…?
-Pues sí.
-La verdad es que es
igualito que su retrato.
-Lo mismo que usted en
sus fotos. Mire, he pensado que a modo de recibimiento, le voy a leer el
comienzo de su obra inmortal. Lo tenía preparado, claro. Atención, empiezo:
Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.
-¿Qué, le ha gustado?
-Vaya, me ha emocionado
que un personaje como usted me haya hecho este homenaje. Mire, a cambio, y para
corresponder, leeré el comienzo de su obra, aún más inmortal que la mía, tiene
que reconocerlo, que me lo sé de memoria.
En un lugar de la
Mancha , de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho
tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, rocín flaco, adarga
antigua y galgo corredor.
-Muchas gracias, don Gabriel, ha sido todo un detalle. Y
ahora, tenga, le regalo este ejemplar de la primera edición de mi libro.
-Muchas gracias, don Miguel, este libro es una joya. ¿Y qué hace por aquí?
-Pues he venido para darle la
bienvenida y para indicarle el camino hacia Macondo.
-Ah, pues muchas gracias, porque,
la verdad, estoy un poco despistado.
-Claro, como que acaba de llegar.
En cambio yo me conozco todo esto al dedillo, llevo aquí 398 años, desde 1616.
Y el día que llegué estaba tan despistado como usted. Pero, vamos, le acompaño
un trecho, pero corto, eh, que me esperan en El Toboso.
-¿No me diga que va usted a…?
-Pues sí: esta noche ceno en casa
de Dulcinea.
En ese momento, un numeroso grupo
de personas, alegres y sonrientes, que charlaban, se abrazaban y reían se acercaron hasta ellos. Después, tras los
saludos, los abrazos y los besos, empezaron a aplaudir a los dos hombres que
hablaban. Y una joven muy bella le entregó a don Gabriel un libro, diciendo, sonriente, que disculpara, que estaba
bastante manoseado porque lo habían leído todos un montón de veces.
-Mire, don Gabriel –dijo don Miguel, señalando al grupo de personas que los rodeaban- le
presento a don Alonso Quijano,
acompañado, como siempre, por su fiel Sancho.
-Y estos son Dulcinea; el bachiller Sansón Carrasco; mi sobrina, Antonia Quijana; mi ama de llaves; Pedro Alonso, mi vecino; Juana Panza y Sanchica, la mujer y la hija de Sancho Panza; el ventero Diego salgado; la asturiana Maritornes; el desdichado Cardenio; la princesa Micomicona… en fin, no quiero seguir
nombrando que los demás, ya sabe, son los galeotes, los pastores, los duques,
las dueñas, las doncellas, los cuadrilleros de la Santa Hermandad …
-¿Y están aquí todos, con usted?
-Todos, todos, que para eso los
creamos, para que un día, el día que ha llegado, nuestros personajes nos hagan
perpetua compañía.
-¿Y a mí, también…?
-Cómo se nota que es usted nuevo,
don Gabriel. ¡Pues claro! Mire, sin
ir más lejos, por ahí vienen todos.
A García Márquez le dio el tiempo justo
de volverse antes de que Remedios la Bella , la primera que
llegó a su lado, se lanzara a abrazarlo.
Después se
acercaron a saludarlo Aureliano y José Arcadio Buendía; Melquiades
llevando al hombro una barra de hielo; Úrsula
Iguarán; Amaranta; Rebeca Montiel; la segunda generación,
es decir José Arcadio y Aureliano Buendía Iguarán… en fin,
todos los personajes de la novela tratando de abrazar a su creador, mientras
don Miguel intentando parecer tan serio como en su retrato, contemplaba
encantado la escena.
-Bueno, ya
está bien de recibimientos. Se me ha ocurrido una cosa –propuso don Miguel
-¿por qué no se vienen con nosotros a
almorzar a El Toboso?
-¿Todos?
-preguntó, un tanto asombrado don Gabriel.
-Pues claro,
mi Dulcinea tiene una casa enorme. Además, ha preparado unos Duelos y Quebrantos exquisitos. Vamos, pongámonos en marcha.
Y allá se
fueron todos, cantando y bailando, mientras don Miguel le explicaba a don
Gabriel las características del Parnaso
de las Letras, el lugar maravilloso al que acababa de llegar.
Breverismos
910) SOLEDAD ABSOLUTA
Lo condenaron a
100 años de soledad por no haber leído el libro.
5021) CIEN AÑOS
DE SOLEDAD
Gabriel García
Márquez, rodeado constantemente de su numerosa familia, huyó de casa para
escribir Cien años de Soledad, a modo
de exorcismo.
7154) MÁS AÑOS DE SOLEDAD
Escribí Cien años de Soledad… pero
fue una pena que lo escribiera 100 años después de que García Márquez publicara
el libro.
Mañana
algo más cortito, que hoy se me ha vuelto a ir la tecla.
Aunque no estaba anunciada, es una crónica que, lo confieso, esperaba de tí, Don Joaquín. Gracias por recordar a nuestro Gabo, mas nuestro ahora si cabe, que cabe por muchos años mas. Abrazos.
ResponderEliminar…porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
ResponderEliminarEra inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
-Cuando lo encuentre, fíjese bien -le dijo al practicante, -suelen tener arena en el corazón.
Puesto a escoger, Florentino Ariza no sabía qué hubiera preferido para Fermina Daza. Pero antes que nada prefería la verdad, así fuera insoportable, y por mucho que la buscó no dio con ella.
Por sus escritos les conoceréis.
Tu blog de hoy es de los de haberte sembrado y regado y florecido.
Me encanta esa imaginación con tal grado de locura.
Un beso y buen día
Isabel
De tu querido Alessandro Baricco, para el que no haya podido leerlo en EL PAIS.
ResponderEliminarAprendí de él que escribir es una cuestión de generosidad, un gesto sin vergüenza, una acción imprudente y un reflejo desproporcionado: si no es así, lo que estás haciendo, como mucho, es literatura. Descubrí, leyéndole, que los sentimientos pueden ser repentinos, las pasiones devastadoras, las mujeres infinitas; que los olores no son enemigos, las ilusiones no son errores, y el tiempo, si existe, no es lineal: son todas cosas que no me habían dado como dotación cuando me enviaron a vivir. Le estoy agradecido por la respuesta que, removiéndose medio dormido en su hamaca, el coronel Buendía dio un día cuando le avisaron de que había llegado una delegación del partido para debatir con él sobre la encrucijada que había alcanzado la guerra: “Llevároslos de putas”
Y con perdon por la extension ( pero me parece definitorio )
Baricco dixit :
"Te paras a charlar diez minutos con un camarero y ya estás en Macondo. Es que somos pobres y habitamos una tierra complicada, me explicó una vez un poeta de allí. Así que las noticias no viajan, el saber se derrite, y todo se lega en la única manera que no tiene obstáculos y no cuesta nada: el relato. Luego, con cierta coherencia, me contó esta historia verdadera (aunque verdadera, lo entendéis, allí es una palabra bastante evanescente). Un pueblo de la costa, para la fiesta grande, contrata a un circo de la capital. El circo se sube a un barco y pone rumbo al pueblo. No lejos de la costa sin embargo naufraga: todo el circo se hunde, y las corrientes se lo llevan. Dos días después, en un pueblo cercano (aunque cercano, allí, significa poco porque si no hay una carretera que parte la selva podrías estar a mil kilómetros), los pescadores salen a recoger las redes. No saben nada del otro pueblo, nada del circo, nada del naufragio. Sacan las redes y se encuentran a un león. No se inmutan. Vuelven a casa. ¿Qué tal ha ido hoy?, le habrán preguntado al pescador, en casa, todos alrededor de la mesa, para la cena. Pues nada, hoy hemos pescado leones.
Nosotros esto lo llamamos “realismo mágico”. Entenderéis bien que esos no entiendan.
Vaya Santiago, cuando te pones es que te pones.
EliminarMuchas gracias
Un beso
Isabel
Siempre pensé y lo dije que tú valías mucho, maestro y hoy, con este blog grande como la copa de un pino lo has demostrado una vez más. te queremos, como habrás podido ver. Un abrazo de mi parte y de don Miguel y don Gabriel que, estoy seguro, les habrá encantado tu blog allá en el Parnaso de las Letras, mientras degustaban Duelos y Quebrantos
ResponderEliminarTe quiero, tío.
Un abrazo.
Gracias querida Isabel y queridos Reinaldo, Santiago y Martín, pues queridos y siempre bien recibidos sois en esta vuestra casa. Me han encantado -para qué voy a negarlo- vuestros comentarios que suponen un chute de autoestima a este ego un tanto desgastado.
ResponderEliminarDe momento aquí seguimos, que no es poco. Y espero seguir entreteniendo los minutos diarios que me dediquéis.
Así pues, recibid agradecidos besos y abrazos de este vuestro escriba que lo es.
La Providencia bendiga a vuesas mercedes.
Quino.