De qué cosas se entera uno a sus años. Ahora
resulta que la culpa del desbarajuste de horarios que tenemos en España tienen
la culpa Hitler y Franco. Resulta que herr Adolf Hitler, de tan siniestra memoria –con permiso de Marine Le Pen- al empezar su furor
conquistador decidió que cada uno de los países invadidos adaptara su horario
al de Berlín.
De esta manera, Hitler
sabía la hora que era en Francia, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Holanda,
Bélgica… en fin, en todos los países sobre los que había caído la bota nazi. La
razón tenía un sentido tan práctico como siniestro, pues así sabía la hora en
todo el imperio creado por la fuerza de las armas… y a qué hora bombardeaban sus
aviones en cada lugar de la
Europa sometida, para así matar con puntualidad, muy a la
alemana. Inglaterra adoptó por su cuenta también el horario de Berlín, pero
para controlar los bombardeos y las acciones de guerra, y estar así preparados.
Pero
dos países que no tenían por qué hacer cambios horarios, puesto que se
declararon neutrales en el disparate guerrero, los hicieron para congraciarse
con el amo –en aquel momento- de Europa: España
y Portugal o, en su caso, dos dictadores:
Franco y Oliveira Salazar.
Tanto España como
nuestro vecino del oeste decidieron adaptar su hora a la de Berlín, por el no
tan simple hecho en aquella época, de hacerle la pelota a Hitler. Y el 16 de marzo de 1940 y por Decreto, se estableció que
España abandonaba el horario del meridiano de Greenwich y adelantaba 60 minutos
sus relojes.
Así,
el 23 de octubre de 1940, Hitler y Franco llegaron a la misma hora a
Hendaya, para su famosa entrevista, sobre la que tanto se ha escrito… o más o
menos a la misma hora, ya que Franco llegó
con ocho minutos de retraso, algo injustificable para la mentalidad alemana.
Los franquistas esgrimieron el retraso como que Franco quiso humillar al dueño
de Europa haciéndole esperar en el andén… pero lo cierto es que el tren de
Franco llegó tarde debido a las deficientes infraestructuras de los
ferrocarriles españoles de la época.
Se
entrevistaron en un vagón especial del tren de Hitler, bautizado con el frívolo
nombre de Erika (de verdad, no me lo
invento. Otras fuentes dicen que se llamaba Amerika) y no llegaron a ningún acuerdo, pero eso sí, pasaron
revista a las tropas alemanas, saludaron con mayor o menor entusiasmo –como
puede verse en la foto- y se despidieron hasta otra, que no se produjo.
Terminada
la guerra y recobrada su libertad, todos los países volvieron a sus antiguos
horarios… menos España, que lo mantuvo
e, incomprensiblemente, lo sigue manteniendo, ya que hasta nuestros vecino
portugueses dieron marcha atrás.
Cuando
se organizaron los husos horarios a mediados del siglo XIX España tenía el mismo horario que Portugal e Inglaterra. Y
era lógico, desde el momento en que estaban en el mismo meridiano.
Antes de esa fecha era
un lío, ya que no solo cada país, sino cada ciudad y hasta cada pueblo se regía
por su propio horario local: la posición del Sol mandaba. Pero todo cambió con
la aparición del ferrocarril, puesto que había que establecer unos horarios
comunes en todo el país en el que el tren viajaba. Inglaterra, en 1880, fue la primera en adoptar un huso igualitario.
Y se adoptó como hora oficial la solar del Observatorio
de Greenwich.
Tras Inglaterra, todos los países adoptaron
el horario partiendo del Meridiano del
Observatorio de Greenwich como meridiano Cero. La Tierra quedaba dividida en
24 husos horarios, de 15º de longitud cada uno, sumando los 360º de la circunferencia
de un paralelo.
Partiendo del meridiano cero, los
países reducían una hora a medida que avanzaban hacia Oriente y la aumentaban
hacia Occidente. Es decir, en cada uno de los paralelos de 0 a 180º hacia el Este y hacia
el Oeste.
Pues bien, nosotros seguimos con
el horario hitleriano, y eso que está bien claro a qué meridiano pertenecemos.
Esto hace que las tardes españolas sean las
más largas de Europa, y que nuestros vecinos europeos digan que seguimos unos
horarios de locos, que nos levantamos muy tarde, con almuerzos a las 14,30
horas y cenas a las 22, cuando ya gran parte de Europa está durmiendo. Y que
toda la noche de juerga, y que muchísimos puentes y vacaciones… en fin, yo en
este caso solamente se me ocurre –sin que se me tilde de hitleriano- que peor
para ellos. Además, nuestros vecinos aseguran que somos menos productivos, por
no decir vagos, algo que habría que discutir.
Sí se deberían compactar más los
horarios de trabajo, pues los españoles pasan más horas en sus puestos de
trabajo que los alemanes, por ejemplo… pero no son más eficientes, quizá por
esos horarios tan extensos. Está demostrado que la jornada de 8 a 15 h es más lógica y más
productiva.
En fin… me voy a la cama, que son
las doce de la noche (vaya, los alemanes me llevan ya cuatro horas de ventaja
duermeril).
Breverismos dormidos y
soñados
2617) MUNDO DE SUEÑOS
Intentó crear un
mundo a la medida de sus sueños, pero
resultó un fracaso ya que padecía insomnio.
4889) HUECOS RELLENOS
La cruda
realidad fue rellenando los huecos dejados por los sueños que no llegaron a
puerto.
5015) SUEÑO REAL
Cualquier sueño
es mucho mejor que la realidad, como se demostró cuando, al fin, soñó que la
tenía en sus brazos.
Y ya que de tiempo y de sueños
hemos hablado os recomiendo Atrapado en
el tiempo y El dormilón, dos
películas de hace ya unos cuantos años y que seguro habréis visto, pero es un
buen momento para recordarlas.
Atrapado en el tiempo se estrenó en 1993, interpretada por la deliciosa Andie MacDowell y el inexpresivo Bill Murray, que en cada película se
empeña en hacer el mismo papel. El Tiempo se disloca y cada día amanece el
mismo día, con las consiguientes consecuencias.
La película de Woody Allen es de hace 40 años, de 1973,
cuando el director-actor-guionista era primerizo, feliz, genial, indocumentado
y tenía toda la vida por delante para hacernos disfrutar y reír, como muy bien
demostró. Está bien volver a recordarla, pues tiene sus buenos puntos, como toda
la parte de Woody Allen como robot.
Y para terminar un bolero, una canción
empalagosa del almibarado Lucho Gatica titulada El
Reloj, que yo bailaba con la viuda del general Prim, allá por 1872.
Mañana
ya veremos qué pasa con el Tiempo, porque yo sí tengo tiempo, el mismo que los que dicen que no lo tienen (Ay, no tengo tiempo, no tengo tiempo).
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