Mucho mejor vivir en una tierra mítica, en un
país soñado, en un enclave imposible que en el día a día de un país que la
realidad nos ofrece. Al menos eso era lo que soñaron los
locos que buscaban El Dorado, sin ir
más lejos.
El Dorado no existía más que en la
imaginación y la codicia de los llamados conquistadores españoles, invasores en
su mayoría ignorantes que buscaban en selvas y montañas todo lo que les habían
dicho que encontrarían y que, en algunos casos, encontraron, que ahí está el
expolio del oro de México, Colombia y Perú, para demostrarlo.
Pero
la ambición daba para más. Hasta para que fuera espoleada por los rumores que
los mismos habitantes de aquellas tierras inventaron para quitarse de encima a
los intrusos que los habían invadido. Y señalaban con su dedo índice hacia el
interior de las selvas más profundas y de las montañas más inaccesibles,
asegurando que allá estaba la tierra del oro: El Dorado.
Y
se lo creyeron.
Y
hasta trazaron en 1625 un mapa de lo inexistente, como si aquel pedazo de papel
dibujado de mentiras fuera la prueba de su futuro de riquezas.
Los
nativos contaban y contaban que allá lejos existía un reino en el que sus casas
y templos, el empedrado de sus calles y hasta las montañas que lo circundaban
eran de oro puro.
La
leyenda añadía que en aquel lejano lugar, en
ceremonia anual, se cubría el cuerpo de su rey con polvo de oro, que sus
súbditos espolvoreaban sobre su cuerpo.
Ya
en Panamá los españoles recibieron noticias de las ingentes cantidades de oro
que esperaban en Perú, noticias que fueron ciertas. Vasco Núñez de Balboa fue quien emprendió las primeras expediciones
hacia el interior del continente recién descubierto. En su camino se
encontraron con la tribu del indio Comangre,
que se sorprendió al ver cómo se peleaban los recién llegados por el poco oro
que les robaron. Hasta que el hijo mayor del cacique, Panquiaco, engañó a los intrusos diciendo que aquello no era nada, que la
verdadera riqueza estaba más allá. Y allá se fueron todos, a la búsqueda de la
utopía. Vasco Núñez de Balboa no
encontró lo que buscaba, pero al menos descubrió el Océano Pacífico, que algo es algo.
Pero
la imaginación y la ambición no descansaban y todos soñaban con pepitas tan
grandes que no cabían en las manos. Pero fue a partir de 1534, cuando Cuzco cae
en manos de Pizarro, cuando el rumor
se extiende. Y vuelve la leyenda del cacique que era espolvoreado de oro de los
pies a la cabeza a orilla de la laguna de Guatavita.
Los españoles fueron conociendo más datos, como el que decía que la mujer del
cacique, ante sus infidelidades, se arrojó a la laguna atada a sus hijos… y que
en el fondo se quedó para vivir en un enorme templo de oro. Desde entonces,
todos los años los indígenas celebraban el suceso impregnando de oro al
cacique, que navegaba en una canoa hasta el centro de la laguna para arrojar en
ella enormes cantidades de oro y piedras preciosas, como tributo a su esposa.
Era
tal el sueño de oro que los españoles ya lo veían convertido en lingotes
transportables hasta sus miserables terruños de España.
O
en monedas fáciles de guardar en bolsas y bolsillos.
Pero
quiero centrar esta información en el episodio más conocido por estar documentado: la primera expedición oficial en 1560 en busca de El
Dorado, bajo el mando de Pedro de Ursúa a
través de la navegación del río Marañón.
Cuatrocientos soldados formaban la expedición, elegidos por su valor y
experiencia en otras campañas, en lugar de por su disciplina, honradez o
lealtad a la Corona …
lo que llevó a la expedición al desastre.
A
medida que avanzaba la expedición por el rió, Lope de Aguirre (1515-1561), un soldado con antecedentes de
insubordinación y hasta de locura, se
dedicaba a preparar una conspiración para amotinarse contra Ursúa (Aguirre también era conocido
entre sus hombre como El Loco y El Tirano). Los meses pasaban, la moral y
resistencia física se relajaban y empezó a cundir el desánimo al ver que la
meta buscada cada vez parecía más lejana. Cuando preguntaban por El Dorado a
los nativos que encontraban, todos señalaban: más allá, más allá. Finalmente Aguirré se hizo con el poder,
asesinó a Ursúa, bautizó a sus hombres como Marañones
y nombró al noble Fernando de Guzmán
Príncipe de Tierra Firme y Perú, convenciéndole
de que se amotinara contra Felipe II, rey de España.
La
aventura acabó como el rosario de la aurora, que se dice, ya que Aguirre
abandonó la búsqueda de El Dorado después de asesinar a Guzmán. Junto a sus leales viajó hasta la Isla Margarita , que arrasaron,
pasando después a Tierra Firme, donde continuaron asaltando y quemando todas la
aldeas que encontraban a su paso, hasta que finalmente cesó la locura al ser
ejecutado por dos de sus propios hombres.
Ramón J. Sender narró la aventura en una espléndida novela,
escrita en 1964, que recomiendo, y que lleva el título de La aventura equinoccial de Lope de Aguirre. Novelas sobre tan
sugestiva aventura se han escrito varias, pero yo recomiendo la de Sender.
Años
después, en 1974, el director alemán Werner
Herzog, hipnotizado por la historia contada por Sender, rodó en los mismos escenarios naturales la película Aguirre, la cólera de Dios. También Carlos Saura rodó en 1988 una película
sobre la expedición titulada El Dorado,
pero recomiendo la de Herzog.
El protagonista fue el
polaco Klaus Kinski, un actor
indisciplinado, desagradable, conflictivo y soberbio que dio vida a un Aguirre
perfecto… hasta tal punto que los nativos contratados como extras de la
película decían que era el mismo loco Aguirre que había resucitado. Dicen que
quienes trataron al actor exclamaron cuando murió, en 1991: Descansemos en paz, ha muerto el insoportable Klaus Kinski.
Breverismos
aventureros
1649) EXPLORADOR
PERDIDO
El famoso explorador, ya en la
vejez, se perdió en su casa, camino del dormitorio.
1842) LA JUNGLA DE ASFALTO
El famoso
explorador se ajustaba el salacof y se ponía el rifle en bandolera seguro de
que tras la puerta de su casa, en la calle, le esperaba la jungla de asfalto.
2782) EXPLORADOR JUBILADO
El explorador
jubilado se adentró en la región del cerebro asociada a la pérdida de la
memoria… y se olvidó de salir.
Mañana otra historia
En una de las impresionantes salas en el Museo del Oro de Bogotá, --(http://www.banrepcultural.org/museo-del-oro)-se exhiben miles de piezas de orfebrería indígena, algunas de las cuales llegaron a Europa intactas y fueron, según dicen, la envidia del mismísimo Benvenuto Cellini. Entre las que no terminaron como monedas, con la cara del rey de turno, sola en una urna, se representa al cacique de los Muiscas, cubierto de polvo de oro, acompañado de su séquito, en lo que se interpreta como una ceremonia de investidura, que le desvestía de su traje de dorado, al sumergirse en la laguna de Guatavita, que actualmente embalsada, cubre de agua al que fué el pueblo original con su mismo nombre. (http://www.banrepcultural.org/museo-del-oro/sociedades/muisca/la-balsa-de-eldorado)
ResponderEliminarOs recomiendo un video (http://youtu.be/oHGWu9wtC7o) que muestra el proceso llamado de la "cera perdida" que se usó y se usa para la creación de piezas de orfebrería, en oro principalmente. Para ver la pieza de la balsa, a la que me referí en el comentario anterior teneis que venir a este lado del charco, pues no sale del Museo del Oro. Gracias de nuevo por toda tu información. Un abrazo en esta edad dorada, desde el Caribe.
ResponderEliminarQuerido Reinaldo, lejano en el espacio, que no en el recuerdo, amigo de muchos años y cervezas y risas, doctor en Medicina y Música y muchos otros saberes y pareceres: que alegría cada vez que me llega desde el otro lado de la procelosa mar Océana tu voz en forma de comentario, que algo es algo y para eso está la tecnología.
ResponderEliminarComo siempre acertados tus añadidos y comentarios a este blog, que disfruto y agradezco. Y has de saber, para tu alegría, que pensado tengo un blog sobre el oro de Colombia en particular, el que la incultura y la codicia no convirtió en lingotes y monedas, y sí en pieza de museo, pues lo merece.
Así que, amigo, gracias otra vez junto con un gran abrazo.
Quino
Muy interesante información que desconocía. Eres un monstruo.
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