viernes, 7 de marzo de 2014

BREVERISMOS. VIERNES 7 DE MARZO DE 2014.

¡Que gozada cuando se podía entrar en las cuevas de Altamira tranquilamente! Pagabas tu entrada, eso sí, y un guía que no sabía nada de nada y cuya edad sobrepasaba a la de las pinturas rupestres, te iba explicando nada acerca de las pinturas. Pero al menos podías tumbarte en una lona colocada en el suelo al efecto, para contemplar cómodamente las pinturas del techo.


       Todo esto se podía hacer hasta hace bien poco. Pero ahora resulta que el turismo desatado perjudica seriamente su salud… y me refiero a la de las pinturas. Así que han decidido, tras 12 años de tenerlas cerradas, limitar las visitas, que se harán previa petición que puede tardar años.

       Parece ser que después de tantos miles de años en reposo, a las pinturas les sienta como un tiro la presencia humana. Y no es de extrañar, puesto que las pinturas están casi al alcance de la mano… y ya se sabe que, como decía el gran José Luis Coll: Selva virgen es donde la mano del hombre no ha puesto el pie.


       La cueva de Altamira fue descubierta en 1868 por un pastor llamado Modesto Cubillas que siguiendo a su perro que a su vez perseguía a un conejo, se adentró en la cueva cuya entrada estaba oculta por espesos matorrales. En realidad la cueva la descubrió el conejo, en segundo lugar el perro (el nombre de ambos no ha pasado a la Historia) y por último por el pastor. Y no se le ocurrió otra brillante idea que contárselo todo a don Marcelino Sanz de Sautuola, ya que trabajaba también como aparcero en una de sus fincas. Y ya podéis imaginar quién se llevó la gloria del descubrimiento, que es lo malo que tiene ser aparcero. 


       Después de entrar a la cueva sin darle mayor importancia, don Marcelino volvió a entrar en 1879 en compañía de su hija María Faustina. La niña, a pesar de tan horrible nombre, pasaría a la Historia -además de por ser hija de un rico terrateniente y futura abuela de Emilio Botín, actual presidente del Banco de Santander- por ser la auténtica descubridora de las pinturas más importantes, las del techo, ya que levantando la vista las señaló con el dedo y exclamó: ¡Mira, papá, bueyes!
       Bueno, hasta aquí la leyenda, así que: al turrón.
  

La cueva tiene varios espacios comunicados por pasillos, pero es la segunda sala, la llamada Gran Sala, también conocida como la Capilla Sixtina del Arte Rupestre por los aficionados a hacer frases rimbombantes, la que tiene las pinturas más espectaculares. Esta sala contiene uno de los ciclos más importantes y mejor conservados de la pintura prehistórica.


       La cueva sirvió de alojamiento a los pobladores de la zona durante miles de años, como puede apreciarse en la acumulación de estilos y técnicas: pinturas, grabados, dibujos con incisiones, trazos, rayados, salpicados… pertenecientes, sobre todo, a los periodos Magdaleniense y Solutrense. Así, utilizando métodos científicos recientes, se puede asegurar que la cueva estuvo habitada durante 20.000 años, desde hace 33.000 años hasta hace 13.000, cuando un derrumbe hizo inhabitable el recinto.

 

       Los artistas, para dar mayor realismo a sus pinturas, aprovechaban los salientes de la roca para dar volumen a las figuras. Como en el caso del famoso Bisonte, el protagonista absoluto de la cueva, que incluso llegó a dar nombre e imagen a una marca de tabaco (qué cosas).
       Pero los problemas para unas pinturas conservadas durante tantos miles de años llegaron con el turismo… y con la ignorancia, con tal de sacar dinero con las entradas, que no sé muy bien adónde iría a parar aunque lo imagino. Así que durante los 146 años que han pasado desde su descubrimiento la presencia humana en la cueva las puso en peligro, empujándolas a un claro declive. Afortunadamente la Unesco las declaró Patrimonio de la Humanidad en 1985, lo que empujó a las autoridades a tomarse en serio su conservación.

      

       La cueva estuvo abierta hasta 1977 sin ningún control, con la consiguiente amenaza de un incremento de temperatura, humedad y dióxido de carbono. Así que se cerraron al público (como dato diré que solo en 1973, entraron a ver las pinturas 175.000 visitantes). Se reabrieron en 1982 limitando la entrada a 10.000 visitantes anuales. Pero en 2002 volvieron a cerrarse al encontrar microorganismos que se expandían gracias al calor de los focos, amenazando las pinturas.


       Y, por fin, el otro día, han vuelto a abrirse… pero solamente para cinco visitantes. Ahora se elegirán los visitantes por sorteo, para solamente cinco personas y un guía cada vez, como podéis ver arriba, que parece que se aprestan a subir a una nave espacial o, así protegidos, entrar en el Congreso de Diputados, que nunca se sabe con esa gentuza.

       En fin, que ya he pedido turno de entrada y parece ser que a seis por día… me tocará, más o menos, hacia el año 2096. Estoy encantado.

Breverismos


1867)  105 AÑOS DESPUÉS 
En el año 1803 un fraile con veleidades arqueológicas alertó de la presencia de vestigios griegos y romanos en Ampurias, en la costa de Gerona. Con presteza, las excavaciones comenzaron 105 años después, en 1908 (y es cierto).


2204)  JARDINES COLGANTES
El arqueólogo intentó recuperar lo irrecuperable: los Jardines Colgantes de Babilonia. Y fracasó en el intento ya que después de tantos siglos, y a pesar de  regarlos abundantemente, no prosperaron.

 4393)  HOMOS
El Homo Neanderthalensis se burló del Homo Sapiens, pero éste, sin hacerle caso, siguió mejorando las técnicas de caza, que tampoco era cosa de matar a los pobres mamuts a pedradas.



Y ya que estamos por tierras de Santander, aconsejo a quienes habiten o anden por allí que se acerque a Torrelavega para visitar la expo de mi querida Carmen Van del Eynde, una artistaza como la copa de un pino de los grandes. Os entusiasmara una obra tan impecable como emocionante. Vamos, corred, no os la perdáis. Está abierta desde hoy en el Centro de Fotografía "José Manuel Rotella", en Torrelavega. 
Y la obra de Carmen no son fotos, son... mucho más.

       Y ahora la pregunta del millón: ¿Merece la pena tener una obra de arte oculta para que no se deteriore? Porque, si no la disfrutamos, ¿para qué sirve? A ver, sesudos lectores, qué opináis.


       El lunes algo menos prehistórico.

3 comentarios:

  1. Obra de arte, como tú sabes, es aquella que surge del corazón y las tripas de unos seres especiales que el mundo llama artistas. Nace en la quietud del estudio y puede ser desde el dibujo más sencillo a la gran pintura o escultura, porque vale todo lo hecho con emoción, cariño y sabiduría.
    Lo malo es cuando la llamada obra de arte abandona el estudio o el taller y sale al mundo. Allí están esperándola los buitres. Galeristas, marchantes, aficionados al arte, millonarios con mucho dinero que gastar, especuladores, "connaisseurs de l´art", feriantes como los que venden en las ferias -pues ferias son- como la detestable ARCO y gentes de esa calaña. Ellos son quienes se apropian de "la obra de arte" para desvirtuar su esencia y para manejarla a su antojo y beneficio, del cual el creador solamente ve una ínfima parte.
    Además y sobre todo, una obra de arte es aquella que te hace ver otro mundo, o soñar, o ver una realidad distinta... y desde luego mucho mejor de la que nos rodea, porque estoy de acuerdo -e imagino que tú también- con Camus cuando decía que "solo a los idiotas les basta la realidad".
    En fin... un abrazo, mi querido y lacónico amigo y, como decía mi abuela, escribe más a menudo que sabes que tu opinión cuenta mucho para mí.
    Quino

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  2. No sé si estoy de acuerdo, chato. En arte, como en todo, lo que importa es el resultado, no las intenciones. Sí coincido contigo en que lo satisfactorio es la aventura personal que significa crear algo. Lo que viene después -darlo a conocer- tiene que ver con la vanidad y no importa demasiado. ¿Responde eso a tu maquiavélica pregunta? Tampoco lo sé.

    Y no me regañes, que escribo de vez en cuando. Además, ya decía Gil de Biedma que lo normal es leer y que escribir es una anomalía.

    Un abrazo fuerte, maestro.

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