Hoy vamos a volver al Vaticano, que hay mucha
tela que cortar, que decía yo cuando era sastre. Porque sastre fui en Barcelona
a principios del siglo XX… pero ese es tema para otro día.
Pero
ya está bien de hablar de mi movido pasado y volvamos al Vaticano recordando al
gran Miguel Gila cuando decía: Menudo
negocio el Vaticano… y pensar que empezó en un pesebre.
Y es
cierto, así empezó…
Y a esto ha llegado… como decía Gila ¡Qué
negocio!
Breverismos vaticanos:
164)
EL PAPA DE ROMA
Cuando el Papa llegó al Infierno, sorprendido, preguntó:
-Pero, yo ¿qué he
hecho?
Y el Diablo
contestó:
-Nada.
208) EL
TRONO DE SAN PEDRO
Los cardenales,
reunidos en cónclave, eligieron a un cardenal para que sustituyera al
desaparecido Papa.
-Y yo, ¿no puedo
ser Papa?
-¡No, por Dios!
Imposible –contestó el Colegio Cardenalicio en pleno- Tú sólo eres un pobre
pescador.
Y San Pedro, al
ver vetada la posibilidad de sentarse en el trono de San Pedro, volvió al lago
Tiberíades para seguir ejerciendo su primera profesión.
349) ESPÍRITU SANTO
Al retrasar su
vuelo con destino a Roma, el Espíritu Santo llegó tarde al Cónclave. Cuando
sobrevolaba la Plaza
de San Pedro vio, sorprendido, la Fumatta Bianca. Y más que se
sorprendió al escuchar que el Portavoz del Vaticano decía a la Prensa que la elección del
nuevo Papa había sido una decisión del Espíritu Santo.
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Como ya
os dije que soy vecino del Vaticano –está justo al final de mi calle- pues tengo
mucha confianza con mi amigo Benedicto. Que sí, que ya sé que debería tratarle
con más respeto en público, pero él, en su sencillez, odia el boato vaticano.
Por eso le encanta hablar conmigo, porque no le miento como los untuosos
cardenales que le rodean navaja en mano… o tacita de poleo envenenada.
Y como
muestra de su confianza el Papa me ha dado las llaves de su casa: La gris es la
del portal y la dorada la de su apartamento. ¿Qué os parece? Eso sí que es
confianza. Aunque siempre que entro no las tengo todas conmigo, que es terreno
peligroso y hay que andar con cuidado.
Benedicto me ha dicho que me vista de cardenal, pero de traje de
calle, para pasar desapercibido. Y aquí estoy entrando en el Vaticano a horas en que está el portal
abierto.
Por
cierto, los que me saludan son los soldados de la Guardia Suiza. Y ahí donde los veis tan amables, debajo de los bombachos llevan una pistola semiautomática Sig-Sauer de doble acción, aparte de ser expertos en artes marciales.
Y no es que estén preparados para ir a un baile de disfraces, sino que llevan
el uniforme cuyo diseño se atribuye al gran Miguel Ángel Buonarroti. Dicen que diseñó tal disparate en 1506, por encargo de la familia Medici. Y lo que tiene más mérito: lo
diseñó sin haber bebido vino en exceso ni haber fumado nada sospechoso.
En este
vídeo tenéis todas las explicaciones concernientes a tan absurdo ejército, aún
más absurdo que todos los demás que, desgraciadamente, pueblan nuestro planeta.
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Y ahora,
para finalizar, os ofrezco el epigrama que le enseñé a Benedicto. Se partía de
risa y me dijo (en italiano, claro, pero lo traduzco para vosotros):
-Ay, Amato amico
mio, che sarebbe del mio ánimo di non essere per i tuoti visiti (Ay, querido amigo mío, que sería de mi ánimo de no
ser por tus visitas).
Y añadió:
-Tacito di menta? (¿Una tacita de poleo?)
Pero ante mi cara de terror, añadió:
-É scherzo, amato
amico, é scherzo, non metta questa faccia. (Es broma, querido amigo, es broma, no pongas esa
cara).
En fin, ahí va el epigrama:
Antón declara que el
vicio
de fumar ha desechado,
pero siempre que lo
encuentro
me dice: -Dame un
cigarro.
De lo que yo he deducido
que lo que Antón ha
dejado,
no es el vicio de fumar,
sino el de comprar
tabaco.
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